Si antaño el arte de la pintura se consagró como registro de la realidad externa, si luego fue asumida cual interpretación subjetiva del ser humano que la habitaba –caso del retrato-, y si, posteriormente y hasta hoy, se ha convertido en herramienta para profundizar en los mundos íntimos –dialécticos, emocionales, psíquicos-, es porque el uso del color y el dibujo siempre han estado en la condición genética de lo que somos. De ahí que hoy día, sobresaturados, contaminados, condicionados, alimentados, por una creciente estimulación informativa, el arte de la pintura se asimile a esa velocidad volviendo… |
Apple With Bite – Christian Parra-Duhalde
Si antaño el arte de la pintura se consagró como registro de la realidad externa, si luego fue asumida cual interpretación subjetiva del ser humano que la habitaba –caso del retrato-, y si, posteriormente y hasta hoy, se ha convertido en herramienta para profundizar en los mundos íntimos –dialécticos, emocionales, psíquicos-, es porque el uso del color y el dibujo siempre han estado en la condición genética de lo que somos. De ahí que hoy día, sobresaturados, contaminados, condicionados, alimentados, por una creciente estimulación informativa, el arte de la pintura se asimile a esa velocidad volviendo –del viaje que supone aprender y filtrar, engullir y vaciar- retornando a orígenes primarios desprovistos del concepto como fin para asumir la vida cual medio de auto comprensión; autoidentidad paradojalmente parecida a la de los primeros osados que plasmaron en las arenas y las rocas su dominio sobre el entorno que le era hostil. Ello para cumplir con leyes genéticas ocultas que le reservaban un lugar único en el paisaje; todo creador sincero sabe de este proceso: el de hacer de su talento, de sus habilidades, la única crónica posible. La del registro del ser y estar siendo, a la vez.
Enfrentados—todos- a una creciente multiplicidad de intereses (aunque es la vida semilla, acción y destino, como trinidad existencial), la posibilidad de enterarse de cómo y cuándo la pintura expresa la vida en sus recovecos actuales encuentra en una reunión expositiva colectiva y multinacional su oportunidad panorámica. Esto es lo que sucede en la muestra Apple II, expuesta en el espacio de la galería Colorelefante de Valencia, en el mediterráneo español; ocasión que acoge todas las miradas posibles en sus técnicas, estilos y mensajes.
Como una manzana, libre símbolo de lo que hay por descubrir tras su sana apariencia, la muestra de Apple II nos demuestra los múltiples sabores que oculta y protege la apariencia. Desde el esquematismo dibujístico contraste entre el fuego y la sombra cuyo destino es la abstracción, ejercicio de plástica sinceridad de Milena Jovicevic, hasta la abundancia cromática y dimensional de John Champoli cuya invitación se centra en la experiencia de los sentidos juntos; desde las texturas lineales y crepusculares de Terrence Allen hasta los ojos pop cuya metáfora es vigilante y testigo a la vez, ornamentadas de fiestas ilusorias obra vibrante y sincera de Aviva Beigel; desde y hasta la ficción virtual del cromatismo neónico de la figuración alarmante de Pietro Maffei y la metafórica ilustración figurativa de Yilmaz Zenger asimilando el cuerpo con el fruto a devorar, todo es posible. Por que lo es.
Cabal muestra de que vivimos mundos que desconocemos –aún- la exposición, compuesta de 22 artistas provenientes de diversos parajes y destinos, convocada por la lúcida comisaria Tchera Niyego cumple su objetivo planteando en Valencia (España), en el espacio de Colorelefante, la obvia pregunta sobre si toda pintura es otra pregunta más…sobre la imagen que poseemos de nosotros mismos. Algo sobre lo que el arte opina sin cátedras. En este caso, los espectadores algo tendríamos que decir, y pensar y sentir; y si los artistas plásticos se esfuerzan, no debemos ser menores. Algo que esta colectiva entendió…