• La Ilusión de Vida – Juan Antonio Álvarez Reyes

    Date posted: October 4, 2006 Author: jolanta

    La animación permite no sólo percibir el mundo de manera distinta, sino también crear otros mundos diferentes mediante dos herramientas poderosas: la fantasía y la imaginación. Aunque estos dos términos no encontraron una diferenciación en la teoría estética hasta avanzado el romanticismo, en el léxico de las lenguas neolatinas, como escribe Maurizio Ferraris , «subsiste, ciertamente, una relativa concordia: la imaginación es la retención de lo ausente, la fantasía es su reelaboración». De alguna manera "la fantasía se inclina hacia lo irreal más que la imaginación»."

    La Ilusión de Vida – Juan Antonio Álvarez Reyes

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    Basim Magdy, Two Days to Apocalypse, 2003. Flash animation on DVD. 3.40 min.

        La animación permite no sólo percibir el mundo de manera distinta, sino también crear otros mundos diferentes mediante dos herramientas poderosas: la fantasía y la imaginación. Aunque estos dos términos no encontraron una diferenciación en la teoría estética hasta avanzado el romanticismo, en el léxico de las lenguas neolatinas, como escribe Maurizio Ferraris , «subsiste, ciertamente, una relativa concordia: la imaginación es la retención de lo ausente, la fantasía es su reelaboración». De alguna manera «la fantasía se inclina hacia lo irreal más que la imaginación» . ¿Se puede concebir hoy, mediante la animación, una reivindicación de la imaginación y la fantasía en el arte actual, que permita una actitud crítica ante el mundo y que sea, a su vez, consciente de los mecanismos de poder en su construcción y utilización? La respuesta es afirmativa y se puede comprobar en obras y trayectorias presentes en “Historias animadas,” como por ejemplo en William Kentridge o Feng Mengbo, en los que habrá que detenerse en este breve texto como casos a estudiar. En el romanticismo, como ha analizado Tonia Raquejo , la imaginación es reivindicada «como fuente de la actividad creadora frente a las reglas artísticas impuestas por el clasicismo racionalista».
        La animación, como medio, consigue dar vida a lo que no la tiene, al imprimir movimiento a seres y objetos imaginados, al dar el habla a aquello que no posee o tiene esa capacidad; es decir, proporciona «alma» o «espíritu», que es lo que constituye la esencia de la vida, por medio de dos capacidades mentales: la imaginación y la fantasía. Esta capacidad de dar vida, de facilitar al menos su ilusión, es algo que ha sido resaltado por numerosos autores de ensayos  y por los propios artistas que se valen de este medio. Es además una de sus mayores posibilidades para la construcción de historias y mundos paralelos, distintos o alternativos, que participan de éste o parten de él, en tanto que se valen de la imaginación como facultad que inicia su andadura en lo real, en la percepción y en la memoria y, por otra parte, de la fantasía (dentro del pensamiento irreal ) como una capacidad puramente creativa. La animación, por tanto, lleva intrínsecamente las posibilidades de la utopía: puesto que no sólo describe o narra, sino que da aliento y visualidad a esas construcciones que el pensamiento concibe. Es decir, permite no sólo conformar una sociedad mediante la imaginación y la fantasía, al estilo de la literatura utópica, sino también posibilitarla visualmente ante el espectador, al imprimirle movimiento y «vida», al convencerle de su posibilidad de realidad. La animación como medio, con una larga y centenaria trayectoria, puede construir y proponer otras realidades, otras formas de vida o de relación social, puede elaborar pensamiento político y, al mismo tiempo, puede plantear comentarios críticos fácilmente recogidos y asimilados por el público, al ser una técnica con la que ha convivido desde la infancia. Esto último es algo que pronto se supo por diferentes poderes dominantes, al convertirse, directa o indirectamente, en algunos momentos, en un arte utilizado por los aparatos de propaganda. La expansión de la cultura digital y la apertura de posibilidades de lo virtual han venido, además, a expandir su campo y a introducir mayor «veracidad» a sus construcciones proporcionando una mayor identificación entre realidad y ficción animada. Pero esto ya es algo que Addison barruntaba al escribir que «la luz y los colores, en cuanto aprendidos por la imaginación, son sólo ideas del ánimo y no cualidades existentes en la materia» .
        Imitar lo imaginable, perseguir lo inimaginable  «Ni para Addison ni, más tarde, para los románticos el arte tiene la misión de imitar la naturaleza que se ve (exterior), sino la que uno puede llegar a imaginarse (interior)» . Si sustituimos naturaleza por realidad, podríamos encontrarnos ante un debate actual, en el que puede entrar claramente en escena la animación, cierto tipo de animación y en el que William Kentridge y sus Journey to the Moon, Seven Fragments y Day for night tienen claramente algo que aportar. Utilizada como preámbulo de “Historias animadas,” este gran homenaje a la imaginación y a la capacidad creadora del ser humano (y del artista), persigue eso, «lo inimaginable», partiendo precisamente de «la imaginación». El artista en su estudio va dando forma a dibujos que toman vida al adquirir movimiento bien a los ojos del creador, bien a los del público que observa las escenas. Méliès se decantó por un tipo de cine (y una forma de hacerlo que no es animación pero que viéndolo hoy sí nos lo parece) frente al dominante en esos pioneros años de tipo documental. Si formalmente nada parece estar más alejado que estos dos géneros, los cambios producidos en el documentalismo en los últimos años , junto a las enormes posibilidades de la animación como campo en continua expansión (realidad virtual y videojuegos especialmente), han posibilitado áreas de confluencia en las que imaginación, fantasía y realidad se combinan para elaborar o reconstruir historias o documentos que hunden sus raíces en conflictos personales y sociales. Kentridge es, desde luego, un excelente ejemplo, pero también otros artistas como Sheila M. Sofian han ido un poco más allá al realizar documentales de animación. Si el nuevo documentalismo es consciente de que presenta una «realidad enriquecida», con la introducción de la animación en ellos se enfatiza precisamente esto y se da cabida a otros tipos de narración y de evocaciones que, como se ha señalado, forman parte del propio equipaje personal y que se asocian tanto a ciertos momentos de la vida, como a un posible ingenuismo que desarma al espectador al bajar las barreras de la prevención. En este sentido, Carolyn Christov-Bakargiev  ha escrito respecto a las películas animadas de Kentridge que «al contemplar sus obras, el mundo fantástico de los dibujos animados permite una especie de suspensión de la incredulidad». He aquí un aspecto clave, muy importante, el de la «suspensión de la incredulidad» con la que el público se enfrenta a las obras de animación, puesto que por una parte sabe que es un mundo de «fantasías animadas» donde reina la imaginación, pero en el que como en los cuentos y fábulas, puede y debe haber algo detrás ya sea una historia, una moraleja, un mensaje, etc., pero ante los cuales se encuentra, pese a la conciencia de su existencia, desprevenido y crédulo a que suceda cualquier cosa, aunque sea extraordinaria.
        En el homenaje que William Kentridge realiza a Méliès hay otro aspecto que interesa resaltar ahora y que está en relación con otro artista pionero de la animación, como fue Berthold Bartosch, que en 1931 realizó L’Idée. En esta película se concibe la creación como algo que adquiere vida propia, más allá de la de su creador y que puede llegar a pervivirle . Es decir, cómo una fantasía toma cuerpo y posee un desarrollo que al estar en un nivel de realidad diferente y no atenta a las leyes de la física, pervive. L’Idée es un bello y buen ejemplo, como la trayectoria de Kentridge, en la que se combina lo poético y lo político. Pero hay otro aspecto que lleva a que William Kentridge sea fundamental para esta exposición y para la historia de la animación y es, en el homenaje que realiza a Méliès como pionero del cine, el desvelamiento que hace de los mecanismos de construcción de la imagen animada en movimiento y de su funcionamiento posterior. Con esta multiproyección no deja sólo boquiabierto al espectador, sino que le permite ver cómo funciona “la fábrica de sueños” y muestra algunos de sus trucos que no le quitan, pese a ese descubrir, ni un ápice de su “magia,” puesto que como evidenció Bartosch, ésta (ya sea idea, magia o vida) toma un rumbo propio.
        Razón y fantasía: las consecuencias de la imaginación. Los productos de la imaginación y de la fantasía no siempre son placenteros, sino que pueden ser de distinto signo e incluso contrarios. Addison ya lo señaló al escribir que cuando «el cerebro está dañado por algún accidente, o desordenado y agitado por el ánimo de resultas de algún sueño o enfermedad, la fantasía se carga de ideas feroces y aciagas y se aterra con visiones de monstruos horribles, todos obra suya».             También Goya lo anotó en el comentario a su Capricho El sueño de la razón produce monstruos: «la fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con ella es la madre de las artes y origen de sus maravillas» . Fantasía y razón deben ir de la mano y la animación es un terreno propicio para que esto ocurra. Con esta unión no sólo se produce pensamiento crítico, sino que se pueden proponer otros modelos, otros mundos, otras posibilidades y tener la capacidad virtual de visionarlos, pero también cabe el desastre, el camino equivocado, los monstruos…
        Phantom Tales, de Feng Mengbo es la obra con la que finaliza este texto y también la exposición “Historias animadas.” Este trabajo, producido para Internet  puede ser una continuación natural de lo que se ha comentado sobre Kentridge. Si en la instalación del primero se aprecia el proceso creativo y su toma de vida; en este segundo también se evidencian tanto los mecanismos de la visión, como los de la construcción de la imagen y del pensamiento. Historia, memoria, experiencia y propaganda conviven en un trabajo en el que se reflexiona sobre las simples técnicas de la animación tradicional. Con él y esto es lo que especialmente interesa aquí, se resaltan las capacidades y posibilidades que la animación, como medio, posee específicamente y que abren las puertas, en la conjunción entre razón y fantasía, a la producción de pensamiento crítico, que es uno de los aspectos que más se quiere resaltar en esta exposición.
        Mengbo se inspira en tres libros como elementos de la historia personal y colectiva, del pasado que conforma el presente y de los mecanismos de difusión del pensamiento político mediante el entretenimiento. De algún modo como en la factoría Disney, pero desde el otro lado. La desconstrucción animada que realiza sirve aquí, precisamente, para convocar, mediante la interpretación goyesca, la necesidad de unión de razón y fantasía o de realidad e imaginación. Addison ya advirtió sobre los límites y defectos de la imaginación, Goya habló sobre los monstruos que puede llevar a producir y ya en mayo del 68 se propuso «la imaginación al poder». La animación, como espacio propicio para la ilusión y la conjunción de realidad y ficción, es un terreno lleno de vida en el que se puede ensayar, mediante la imaginación y la fantasía en movimiento, un pensamiento crítico tanto con respecto al pasado como al presente, siendo consciente de las estructuras que lo conforman y de las herramientas sociales con las que ha sido utilizada.

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